Despierto y no sé dónde estoy. Tampoco me acuerdo del hotel, y así permanezco quieto un buen rato tras una noche nada buena no porque la cama sea mala, que no lo es en absoluto. Al fin me doy cuenta de que estoy en Helsinki, en las afueras, y que he venido a dar unas conferencias sobre el Camino de Santiago y a asistir a una reunión. Me relajo unos minutos y cuando ya abro definitivamente los ojos me sobresalto: no, no estoy en Helsinki, sino en Durham, en el hotel Premier Inn City Centre y hace sol, mucho sol, en contra de las previsiones de la BBC. Ayer por la noche aún dimos unas cuantas vuelta para llegar hasta aquí, porque hay obras en la entrada de la ciudad y ni una señal.
Así que bajo a desayunar y una rubicunda, baja y regordeta mujer que podría estar en una descripción de Agatha Christie me recibe, me guía y una vez sentado me insiste con la sonrisa en la boca en que tome algo sólido de verdad. O sea, jamón, huevos, tomate, etc. Niego con la misma cordialidad una y otra vez hasta que me mira con ojos casi suplicantes:
-¿Ni siquiera bacon?
Me da hasta pena. Y para consolarla le hago una confesión que pone fin a la charla:
-I’m sorry, I’m not British.